Todo perdido…
…Mi culpa, es mi
culpa. Jamás tuve que poner en riesgo a mi familia. – No pasa nada – me decían
– ¡claro que podrás pagarla…!
…y ahora, nada… no
hay salida.
La sombra de un
hombre sentado al lado de una cama apenas se vislumbra en la oscuridad de la
habitación.
Un pensamiento martillea su cabeza tan fuerte que casi se convierte
en palabras que gritan en su boca.
La figura se levantó de lo que parecía una
silla, deambuló por la habitación y giró su cabeza hacia la pequeña cama.
Hacía tan sólo unos
años era el hombre más feliz del mundo. Sus sueños se habían cumplido. No tenía
grandes pretensiones, se conformaba con poder tener una mujer a su lado y
formar una familia. Desde pequeño se consideraba un fracasado. Era duro, pero
su padre siempre le repetía lo inútil que era. Su madre era la única que le aportaba
consuelo y tranquilidad…
…pero se fue cuando
todavía no había cumplido los 10 años.
Los recuerdos de ella
cada vez se hacían más difusos.
Incluso cuando veía
alguna foto en la que aparecía, le costaba recordar esos momentos.
Sin embargo la voz de
su padre siempre estaba en su cabeza. Entonces los recuerdos sí eran claros. Sus
palabras estaban atadas a su niñez como
si un martillo hubiera clavado los
clavos que le sujetarían de por vida.
La profecía se fue
cumpliendo con la ayuda de algún
profesor del colegio, el entrenador del equipo de fútbol del barrio, los
compañeros de clase… Incluso su abuela, madre de su padre, se mostraba asqueada
cuando él se acercaba. “No sirve…no se le da bien…”, palabras que se repetían y
que se habían hecho tan normales que casi no le producían daño. Había creído
que jamás serviría para algo, que nadie
le podía querer, que nunca encontraría un trabajo…a lo mejor hasta su madre
murió por alejarse de él…
…no le importaba ser
duro con él mismo, en el fondo era su estilo de vida.
Recordaba cuando el
psicólogo del colegio le dijo a su padre
que su hijo tenía la autoestima por los suelos, que debía ayudarlo…
- ¿Y a mí quién me
ayuda?, fue la contestación de su padre al especialista.
Esa era su queja
continua: tener un hijo inútil y nadie que le ayudara…pero lo peor era que
tenía razón…
No se le daban bien
los estudios, ni los deportes y además se consideraba el más feo del mundo. Las
palabras de su madre abrazándolo, gritando al mundo lo bueno y guapo que era su
hijo, probablemente fueran una fantasía creada en su imaginación, sólo un deseo…
Hasta que apareció
ella, María.
Poco a poco las
profecías se fueron rompiendo, encontró un trabajo, una mujer que lo quería y
hasta una niña preciosa que le hizo pensar que ser padre era una de las pocas
cosas que se le daban bien. Lo que más le gustaba en el mundo era estar con
ellas. Por primera vez había empezado a creer en sí mismo…
…aunque en el fondo
sabía que todo era mentira…
El discurso de su
padre nunca desapareció del todo: “no servía para nada”. Lo único que había
ocurrido era un golpe de suerte, un milagro.
Pero su mujer también
era culpable. Ella sabía que se casaba con un fracasado y que antes o después iba a fallarle a ella y a su
niña.
¿Cómo podía alguien
querer estar cerca de él?
El destino sólo había
equilibrado ese pequeño golpe de suerte que tuvo cuando se casó.
Y ahora iba a dejar a su familia sin un techo,
sin dinero, sin futuro.
-
Mírala,
tan pequeña. Sólo cinco años y ya la estoy convirtiendo en una desgraciada… ¿Qué
será de ella? ¿Qué futuro podré darle?...
A veces un mal
pensamiento se unía a los otros y juntos se adentraban en sus ideas como una caño de agua
que encuentra salida entre las piedras.
No era una idea nueva,
en el fondo siempre había sido una opción. Lo fue cuando su madre falleció:
“…quería ir con ella.”…ahora,
puede que sea una solución.
Liberar a los demás
de su tragedia, de estar obligadas a convivir con un imbécil como él.
Su mujer encontraría
a otro más válido, que la hiciera feliz.
Probablemente ella
también lo hubiera deseado.
Estaba convencido que
alguna vez había pensado en dejarle, pero ella no se atrevía. Seguramente creía
que si ella lo abandonaba, él estaría
desvalido y sería capaz de cualquier cosa.
Y en el fondo tenía razón. No lo dejaba por pena, por lástima. A lo
mejor hace mucho que dejó de quererle… pero no se atrevía a decírselo.
“Tiene miedo y se
sentirá tan atrapada como yo, condenada a vivir conmigo.”
Si daba el paso,
probablemente sería la única cosa digna que hiciera en su vida…pero un cobarde
como él, no tenía siquiera el valor para
hacer este único acto de valentía.
Se acabaría el dolor,
el sufrimiento y lo que es mejor…liberaría a las dos personas que más quería de
su estupidez…
Como una ola que llega
del mar y se adentra en su orilla,…ese pensamiento poco a poco se introducía
suavemente en su consciencia…y conseguía inundarlo todo…
De repente, desde una puerta que se abría lentamente, un
haz de luz se abre paso entre las sombras del cuarto.
- ¿Qué
haces aquí? ¿Por qué no vienes conmigo a la cama?...por favor…deja de
atormentarte…, ya buscaremos una solución.
- ¿Qué solución hay? María no hay salida.
La figura sombreada se
convierte en un hombre conforme se acercaba a la luz. Un rostro roto,
desencajado y con unos ojos enrojecidos que miran a la mujer buscando en ella
el hada que le resuelva sus problemas.
Hasta ese día, al
menos, siempre había encontrado consuelo en su boca, en sus labios. Le habían
transmitido calma y confianza, pero esta vez, ni esa voz dulce conseguía
tranquilizarlo.
Aun así, sentía
alivio a su lado… notaba el calor que aliviaba tenuemente el martilleo de sus
ideas…
…pero sólo
tenuemente…el martillo seguía golpeando
su cabeza.
-
Mañana
iremos al banco y hablaremos con Javier.
Él es tu amigo, y seguro que comprende nuestra situación.
La
mujer le dio, entonces, la mano a su marido y consiguió rescatarlo de las
sombras de la habitación de la pequeña Marta.
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